Pensar distinto a quienes gobiernan, a quienes no comparten
fe contigo, a quienes no les gusta tu forma de ver la cosa respecto al
homosexualismo, la mal llamada violencia de género, al pin parental, etc al día
de hoy, se ha vuelto casi una especie de “deporte de alto riesgo” Pensar
diferente se ha vuelto un “pecado” para cualquiera que piense y manifieste lo
contrario a lo que piensan otros. Un “pecado” que muchas veces termina en
descalificaciones y agravios personales de cualquier índole. La intolerancia a
quien piensa distinto a lo que se opina de otros grupos o personas es cada vez
más asombrosa e incomprensible.
Pero sí hemos creído en Cristo, debemos reconocer que hay
algo que nos hace diferentes de las demás personas. Es cierto que esto puede
sonar a soberbia, sin embargo debemos ser honestos en cuanto a lo que creemos,
pues dar crédito a lo contrario sería mentir sobre aquello que afirmamos creer.
Por eso es lamentable que cada vez más tengamos que pensar
antes de publicar o hacer un comentario sobre un determinado tema por temor a
las represalias (que se materializan de varias maneras) e incluso insultos que
podemos a llegar a tener que soportar por algún desconocido que se esconde
detrás del anonimato que le otorga estar detrás de un teclado, cuando emitimos
nuestra opinión por redes sociales, que son hoy el más común de los sitios de
interacción.
Descalificar, insultar y hasta amenazar al otro por lo que
piensa o escribe, se ha vuelto algo común y lo peor de todo, es que para mucha
gente parece ser la reacción más natural y correcta, cuando no una forma de
amedrentamiento y puesta en alerta a otros que puedan osar manifestarse en el
mismo sentido que quien emitió la opinión discorde.
Parece que hubiera que pedir permiso y perdón por ser
cristiano y tener unos valores cristianos, y manifestarlo públicamente, porque quienes
se atreva a hacerlo se expone a la ira de los tolerantes y a que, desde el
radicalismo más absoluto, empiecen a lloverle insultos, y calificativos tales
como homofóbico, retrogrado, bruto, ignorante, troglodita, radical, mojigato,
cavernícola, intolerante, machista, entre muchos otros.
Todos tenemos derecho a expresar y difundir libremente
nuestros pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o
cualquier otro medio de reproducción. El derecho a la libertad de expresión nos
legitima para manifestar con total libertad nuestros pensamientos, ideas y
opiniones, pero no abarca un derecho al insulto o al desprestigio gratuito, ni
nos ampara para efectuar comentarios lesivos o vejatorios sobre otros.
La polémica está instalada y en lo personal desde ya anuncio
que me resisto a entregar mi espacio de libertad y a callar todo aquellos que
este contra mi conciencia. La palabra de Dios enseña que tenemos que contender
ardientemente por la fe que nos ha sido dada. (Judas 1.3)
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