Estamos en tiempo de Navidad y espero que cada año te llene
de asombro como si la estuvieras viviendo por primera vez. Recordemos los
diversos elementos de la historia: una virgen que concibe milagrosamente a un
niño, visitantes angelicales que llevan mensajes de Dios, un censo de todo el
imperio que causa grandes movimientos de miles de personas, un signo
sobrenatural que aparece en los cielos para aquellos que quieren ver, hombres
sabios lejanos que llegaron y agitaron toda la ciudad de Jerusalén con historias
de antiguas profecías cumplidas, pastores interrumpidos de sus labores
nocturnas, un coro de ángeles cantando alabanzas a Dios en las alturas.
Es algo sorprendente, sin embargo, todos estos elementos
convergen en un punto, que es el corazón de la historia de Navidad: un establo,
un pesebre, un niño recién nacido, y corazones adoradores reunidos a su
alrededor.
Esta bella historia recogida en la Biblia en el libro de
Lucas 2.1-20, hoy en día ofende a muchas personas, y también somos muchos los
que nos preguntamos ¿Por qué? ¿Por qué esta historia es un problema para
algunas personas? Sera el establo o los animales o incluso un bebé en un
pesebre. ¡La gente ama a los bebés! No se ofenderían si el ángel simplemente
hubiera anunciado: “Hoy ha nacido un bebé; lo encontrarás envuelto en pañales y
acostado en un pesebre”. Más bien, es la identidad del bebé lo que lo ofende. “Que
os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor"
(Lucas 2.11)
El ángel proclama algo más que solo el nacimiento de un
bebé. ¡Ha nacido un Salvador! El nacimiento de un bebé habría traído una gran
alegría a los padres y parientes cercanos y amigos. Pero el ángel declara
buenas noticias de gran alegría que serán para todo el mundo. ¿Por qué? El
Salvador de todas las personas ha nacido. Él es Cristo el Señor. Él es el
prometido. Es el Mesías largamente esperado, el Hijo eterno de Dios, envuelto
en pañales y acostado en un pesebre. Es la identidad de Aquel que acostado en un
pesebre causa tanta alegría y tan gran ofensa.
Parece que a muchos hoy les gustaría reemplazar a ese niño
en el pesebre, sustituyéndolo por algo más. Luces, fiestas, comidas, etc. Pero
es un gran error sustituir al que está en el pesebre. Porque una vez que vacías
la cuna del Salvador, vacías el evangelio de su poder y vacías la Navidad de su
significado.
¿Sabes por qué Jesús vino siendo un bebé? Él nació para
morir. Cristo vino como humano para morir por la humanidad. Solo como hombre
podría morir por los hombres; solo como Dios podría su sacrificio contar por
todos los pecados. ¿Y por qué como un bebé? Al nacer en este mundo, Jesús se
identificó con la única experiencia que es común a todas las personas vivas
hoy. Todos entramos en este mundo como bebés. Y como Jesús se identificó con
nosotros, así nos llama a identificarnos con él. "De cierto os digo, que
si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos"
(Mateo 18.3)
Celebración familiar, sentimiento cálido, actos religiosos:
ninguno de estos puede sustituir el don de la gracia de Dios en el pesebre. No
acepte sustitutos por favor. Excepto por uno.
Hay un sustituto que con mucho
gusto le animo a aceptar. Acepta a Jesucristo el Salvador, quien nació en este
mundo para ser tu sustituto, morir en la cruz por tus pecados, soportar la pena
por el pecado que merecías, para que puedas conocer el perdón de los pecados y
la vida eterna.
Ese es el verdadero significado de la Navidad. Jesucristo
nació como un sustituto de los pecadores. El verdadero, el genuino regalo de
Navidad es la gracia en un pesebre.
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