Cuando hablamos de madres coraje, nos referimos a aquellas
que han sobrepasado los límites de la superación, que lo han tenido todo en
contra pero no han dejado que las adversidades la hicieran abandonar, que han sacado
fuerzas donde no las había para proteger a sus hijos, que se han recompuesto y
han salido adelante con su familia.
Las madres coraje son mujeres que han lidiado con una vida
difícil, que han reconstruido su mundo aun habiendo sido abandonadas y
relegadas muchas veces por la familia, por la sociedad o, quizás, por aquellas
personas que debían estar a su lado pero que les fallaron.
Ellas han intentado garantizar la mejor protección y
educación a sus hijos, se han quitado pan de su boca para que sus hijos no
pasaran hambre ni en el estómago ni en el alma, han cocinado a fuego lento
abrazos llenos de amor y repletos de esperanza.
Hay infinidad de casos de estas mujeres valientes y
entregadas a su familia, madres que luchan para que su hijo tenga los mejores
médicos, los mejores cuidados, los mejores tratamientos, madres que no se
rinden por el bienestar de sus hijos, madres que dejan todo, trabajo y
amistades por cuidar de sus hijos, madres que revuelven lo que haga falta por
encontrar a sus hijos, madres que dejaron de tomar el tratamiento para combatir su enfermedad, porque iba a poner en riesgo la vida de su hija. Como vemos ejemplos
valerosos de madres que nunca se rinde.
Pero yo les quiero contar la historia de María (nombre
ficticio) y su hijo. Una madre coraje que lleva muchos años luchando por la
vida de su hijo, sin rendirse, pese a que no solamente no tiene ayuda, sino que
está abandonada por la familia, haciéndola sentirse culpable del mal de su hijo. María nos llamó para que le visitáramos en el hospital, pensábamos
que era una de las muchas visitas que hacemos cada día. Antes de entrar en la
habitación del joven la madre nos puso al corriente del estado del muchacho, de
las muchas enfermedades y de que su estado era de gravedad. Y la madre nos hizo
una petición tan especial que me llenó de alegría y gozo a ver que esta madre
no estaba pidiendo oración para sanidad, ni nada parecido, había llamado a los
capellanes porque quería que su hijo aceptara a Jesucristo como Señor y
Salvador de su vida, quería esta madre que le hablásemos del evangelio, de
Jesucristo como el único camino a la salvación. Ella quería que algún día
pudiera ver a su hijo en el cielo.
Y el milagro ocurrió, él acepto al Señor, se puso en paz con
Dios, pidió perdón primero a Dios y después a las personas que les había hecho
daño. No sé si Dios va a sanar a este muchacho, o cuál es su voluntad, pero lo
que si se, es que el día que parta él va a ir al cielo con el Señor.
A mí me da muchas fuerzas saber que mi hijo está en el Cielo
esperándome, me hace vivir una situación privilegiada porque no tengo miedo a la
muerte, porque sé que algún día le veré. Estas son las palabra de una MADRE
CORAJE, que todo su afán y empeño era
que su hijo fuese salvo, y para ello no escatimo en superar problemas y
dificultades.
Cada visita leemos la Biblia, oramos y nos reímos, su
semblante ha cambiado, y él le cuenta a su madre lo que va aprendiendo poco a
poco, Dios comenzó a obrar en el corazón de este muchacho, llenándolo de amor
de esperanza y de gozo.
Gracias por la esperanza del cielo que recibimos a través de
Jesucristo. Oro para que su luz brille intensamente y sea testimonio en ese
hospital de que creemos en un Dios vivo es un Dios real que cambia nuestro
lamento en baile. (Salmo 30.11).
Todo honor, gloria y honra para el Señor.
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