Porque por tus palabras serás justificado, y por tus
palabras serás condenado. (Mateo 12.37).
Las palabras que salen de nuestra boca pueden llegar a ser
un arma de destrucción masiva, instrumento desencadenante de conflictos y
guerras. También hay palabras que puede terminar con matrimonios, familias,
amistades, iglesias, carreras, esperanzas, entendimiento y reputaciones.
Pero también hay palabras que pueden ser un una fuente de
bendición para otras personas. Hay palabras que pueden formar matrimonios
hermosos, familias fuertes, e iglesias saludables. Hay palabras que dan esperanza al desesperado, animo, y fuerza al cansado.
Como cristianos debemos saber que hablar las palabras
correctas es una clara evidencia de que tenemos la imagen de Dios en nuestra
vida, como así mismo demuestran pruebas de la nueva vida de un verdadero
cristiano. Dios quiere que la “nueva naturaleza” del cristiano se demuestre en
la manera en que hablamos.
Así que no debemos responder a palabras perversas o
desagradables con más palabras perversas y desagradables; tampoco debemos
responder con palabras malas a las palabras mala, en su lugar, debemos vencer
el mal con el bien, (Romanos 12.21).
Nuestras palabras deben ser amables y de
bendición, no destruyendo a los demás, sino contribuyendo a su edificación, si
nos maldicen, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; si nos calumnian, los tratamos con gentileza.
(1 Corintios 4.12-13).
Consideremos lo que dice las Sagradas Escrituras acerca del
impacto de las palabras amables, que edifican a la hora de resolver los
conflictos:
Las palabras cordiales y conciliadoras pueden calmar a una
persona enojada: “La blanda respuesta quita la ira”. (Proverbios 15:1).
Las palabras amables pueden consolar un corazón enfermo y
herido: “La lengua de los sabios es medicina” (Proverbios 12:18). “La congoja
en el corazón del hombre lo abate; más la buena palabra lo alegra” (Proverbios
12:25). Las palabras amables y generosas…. son como panal de miel. . . suavidad
al alma y medicina para los huesos” (Proverbios 16:24).
Las palabras agradables son más convincentes: El sabio de
corazón es llamado prudente, Y la
dulzura de labios aumenta el saber. (Proverbios 16:21).
Palabras cordiales y pacientes pueden contribuir a la
resolución de los problemas más complejos y convertir en aliado al adversario
más férreo: “Con larga paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda
quebranta los huesos” (Proverbios 25:15).
Así que si queremos persuadir a la gente de una manera correcta,
amable, debemos dirigirnos a ellos con palabras amables, edificantes y
alentadoras. Escojamos nuestras palabras con prudencia y consideremos la forma
de edificar a otros y no destruirlos.
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