Estaba paseando cuando se me acercaron dos muchachas
ofreciéndome un tratado evangelista y ofreciéndome asistir a su iglesia. Al
final fui yo quien prácticamente las “interrogue” Les hice muchas preguntas
acerca de la Biblia, y sin ánimo de ofenderlas ni menospreciarlas pude darme
cuenta de que desafortunadamente tenían muy poco o nada del conocimiento de la Biblia.
El problema es que vivimos en una generación que ha
abandonado la lectura y el estudio personal de la Biblia. Hace tiempo mi meta
era leer la Biblia entera cada año. No era
una meta difícil porque sólo me implicaba
leer unos minutos al día, pero en realidad no estaba haciendo lo correcto, leía
por leer, pero en realidad no estaba adquiriendo ningún conocimiento de la
palabra de Dios.
Sin el conocimiento de la Palabra De Dios no podremos hacer
que el cristianismo sobreviva, no podremos enseñar a las personas acerca de
temas tan importantes, como la salvación, el infierno, el cielo, la
santificación, etc. Ni podemos ponernos a predicar adecuadamente, ni discipular
a nadie, pues nuestro desconocimiento llevaría a estas personas al engaño y
error por medio de doctrinas falsas y peligrosas.
Muchas veces la culpa de esta ignorancia espiritual la
tienen los pastores, pues ellos no estudian correctamente la Palabra De Dios, y
por lo tanto no pueden enseñarla. Es muy fácil oír predicaciones de filosofías
humanas, de técnicas psicológicas y de consejos basados en la sabiduría
personal expresados en lenguaje aparentemente piadoso. No es muy raro oír a
personas que se hacen llamar “pastores “que utilizan la Biblia como una excusa
para enseñar algo que el texto no enseña. El predicador abre su Biblia, lee un
pasaje, y de ahí extrae una enseñanza que suele ser motivacional, quizás con
una palabra profética (que siempre es positiva), pero que en ningún caso es lo
que la Biblia enseña.
El fruto que todo esto tiene, es que hoy en día en las mayorías
de las congregaciones, que no se enseña y practica la sana enseñanza están llenas
de personas débiles, inmaduros en la fe, y esclavos de enseñanzas absurdas,
juegos tontos, distracciones de domingo, que no de provecho para la vida futura,
ni ancla del alma en medio de las pruebas.
Hablar, compartir y enseñar de una manera adecuada la Sagradas
Escrituras lleva tiempo, estudio, y práctica. No es fácil porque tendemos a
hacer una lectura subjetiva de la Biblia, entendiendo lo que creemos que dice,
proyectando en la Escritura nuestros pensamientos y buscando confirmación en
ella de nuestras ideas.
El apóstol
Pedro describió esta situación al decir que algunos son indoctos e inconstantes
que tuercen la Biblia para “su propia perdición” (2 Pedro 3.16). También
reciben una reprimenda del Señor aquellos que las ignoran, (Mateo 22.29).
No seamos nosotros ni los que tuercen las Escrituras, ni
aquellos que las ignoran, porque que vulnerables quedamos cuando estamos en la
ignorancia espiritual.
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