El cristianismo muchas veces, es un cristianismo basado en las
opiniones de pastores, predicadores, de lo que escuchamos en la iglesia, o
aprendemos pensando que es lo verdadero, pero pocas o ninguna vez nos hemos
parado a comprobar si eso que escuchamos, o lo que nos enseñan viene en la
Biblia o es algo aprendido por el orador
y a su vez trasmitido a nosotros.
Es nuestra responsabilidad saber si lo que nos enseñan es
conforme a las sagradas Escrituras para ello se requiere de un estudio minucioso,
constante e intencional.
Es un mandato conocer la palabra de Dios porque así lo
enseñó Jesús cuando le dijo a los hombres “escudriñad las escrituras” (Juan 5.39).
La palabra escudriñar denota algo más intenso que la idea de leer. Porque la
mera lectura de la palabra de Dios, solo provoca un conocimiento superficial de
las verdades bíblicas.
Por este motivo, por no escudriñar las escrituras, por dar
por verdad todo aquello que me enseñaban, he estado creyendo doctrinas
malinterpretadas, pero que a no compararlas con la Biblia, lo ignoraba.
Quiero contar mi experiencia con el “don de lenguas”. Comienza en una reunión, alrededor del año
1991. Nos visitaba un predicador que nos venía a ensenar sobre este “don”. Al
final de la reunión, en medio del ambiente emotivo que se había montado, nos
invitaron al salir al frente a todos aquellos que quisiéramos recibir el
Espíritu Santo. Sin pensármelo allí me vi en medio de un gran grupo, alguien me
tomo del hombro y oro, y terminamos los dos repitiendo unas palabras tan
extrañas, que hasta nos parecieron graciosas.
De ahí en adelante seguí esta práctica. Luego fueron
enseñándome más sobre ese “don”. Me dijeron que era la evidencia del bautismo
del Espíritu Santo, junto con una serie de doctrinas de las que yo desconocía
por mi ignorancia de las Sagradas Escrituras. Doctrinas de hombres alrededor de este tema que no eran otras
cosas que sus propias conclusiones sobre el tema nacidas de la ignorancia de un
verdadero estudio sobre el tema.
De tanto en tanto se nos instruía que pidiéramos al Señor
que nos “renovase las lenguas”: que nos diera lenguas frescas para comunicarnos
“en el espíritu” con Dios. Esto suponía repetir otro tipo de palabras. Una de
las tantas cosas que nos enseñaron era que la habilidad de orar en lenguas era
algo odiado por Satanás, ya que él no las entendía y no podía interferir en
nuestra comunión con Dios. Ahora me doy cuenta que no sé de dónde sacaban estas
cosas.
Durante muchos años fue una práctica habitual en mi relación
con Dios, pues así fui enseñado y daba por hecho que era correcto delante de
Dios, pues nunca me propuse escudriñar las Escrituras para ver si estas cosas
eran así.
Al pasar el tiempo, me fui sintiendo inquieto. Al examinar
las Escrituras no veía nada parecido o que fuera similar a lo que yo veía y
practicaba domingo tras domingo. Pero no podía negar que lo que vivía lo sentía
real.
Luego de pasar años de madurar en mi forma de pensar, (1
Corintios 14.20), de escudriñar las Sagradas
Escrituras, de buscar estudios y mucho material bíblico sobre el tema, llegué a
la convicción de que mis experiencias no eran Bíblicas. Entendí por las
Escrituras que la Palabra de Dios es la mayor autoridad en mi fe, y que aquello que no se conforme a las
Sagradas Escrituras no tiene lugar en mi vida cristiana.
Entendí y fui convencido fuertemente de que aunque yo
pudiera haber sentido muchas cosas, hablar en lenguas, sentir calor y frio, y
tantas otras experiencias, eran eso experiencias personales y que todas estas cosas las debía pasar por la Sagradas
Escritura, para saber si era de Dios o no.
¿Qué hice luego de tener mayor convicción? Oré al Señor, pedí
perdón por dar mayor importancia a la experiencia personal que a la verdad
bíblica. Me sometí a la Biblia, aprendiendo a vivir como Cristo, conforme a las Escrituras.
Gracias también a
personas que Dios ha puesto en mi vida para ensenarme la sana doctrina, para enseñarme
lo importante que es estudiar y escudriñar las Sagradas Escrituras, por
contagiarme ese fervor y amor por el estudio exhaustivo de la Palabra de Dios.
Hoy, como decía Pablo no es que haya conseguido todo, pero
no miro para atrás, continúo creciendo en conformidad a Cristo por su Palabra y
no por ninguna experiencia mística.
No nos dejemos llevar por experiencias que no son Bíblicas,
para ello nada mejor que confrontar todo con la palabra de Dios, muchas malas
doctrinas vienen de una mala interpretación de la Biblia.
Para terminar, no debemos olvidar que uno de los mayores
beneficios de la Biblia es que nos instruye “a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3.17).
Por eso, es importante, necesario e indispensable que el
creyente pueda leer, estudiar y conocer la palabra de Dios.
Para saber + sobre el don de lenguas
Gracias por tu testimonio personal y la exhortación a estudiar las Escrituras que es, o al menos debiera ser siempre, la base de nuestra fe.
ResponderEliminarDios te siga bendiciendo.