20 agosto 2017

¿Y tú de quién eres?

Quizás alguna vez te han preguntado, ¿Tu con  que movimiento teológico comulgas?, ¿con  Calvino, Arminio, Lutero o Spurgeon?  Da la sensación de que si no defiendes alguna doctrina de estas no estás en perfecta comunión con el Señor. Muchas veces tomamos  estas enseñanzas como verdaderas doctrinas para nuestra vida, cuando en realidad son simples opiniones, y muchas veces anti-bíblicas, apoyadas por versículos fuera de contexto, para afirmar como verdad su simple opinión.  


Ningún predicador, por más famoso y éxito que tenga, tiene la verdad absoluta. Pueden tener opiniones cercanas a la verdad, pueden sonar muy cristianas sus frases, pueden tocar millones de corazones en el mundo, pero nunca serán infalibles.  Y lo peor de todo esto es que estas doctrinas lo que hacen es dividir a la iglesia. Jesús no nos llamó a pertenecer a ningún movimiento teológico. Jesucristo no nos llamó a defender nuestras opiniones, o las opiniones de nuestros  mentores.  Jesucristo  nos llamó para ser sus seguidores, no seguidores de otro.

Pero esto no es nada nuevo, hace mucho tiempo en la iglesia de corintios había un problema muy similar, cuenta las Sagradas Escrituras que en esta iglesia, numerosa y diversa, los creyentes se sentían atraídos por diferentes predicadores. Algunos seguían a Pablo, que había fundado su iglesia; otros habían oído predicar a Pedro (Cefas) en Jerusalén, mientras que otros sólo habían escuchado a Apolos, un predicador elocuente y popular que había tenido un ministerio dinámico en Corinto. (1 Corintios 1.12).  

El argumento de los corintios es una figura gráfica de lo que sucede cuando la iglesia (cuerpo de Cristo) sigue enseñanzas de hombres en vez de seguir la palabra de Dios. Con las muchas oportunidades que hoy en dio hay para debatir quién tiene la razón, (miles de páginas en Internet, redes sociales, libros, foros etc...  caemos en el mismo juego de "mi predicador es mejor que el tuyo". 
Pero esto dividirá a Cristo una vez más. Asegúrese de que su aprecio por algún maestro, predicador o autor no  lo guíe a un orgullo espiritual. Nuestra lealtad debe ser a Cristo y a su enseñanza, y a través de esta la unidad que El desea.


Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. (1 Corintios 3.11)

1 comentario:

  1. Fantástico.
    Como siempre.
    Gracias por edificar la Iglesia con este blog.
    Bendición

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