Quizás alguna vez te han preguntado, ¿Tu con que movimiento teológico comulgas?, ¿con Calvino, Arminio, Lutero o Spurgeon? Da la sensación de que si no defiendes alguna
doctrina de estas no estás en perfecta comunión con el Señor. Muchas veces
tomamos estas enseñanzas como verdaderas
doctrinas para nuestra vida, cuando en realidad son simples opiniones, y muchas
veces anti-bíblicas, apoyadas por versículos fuera de contexto, para afirmar
como verdad su simple opinión.
Ningún
predicador, por más famoso y éxito que tenga, tiene la verdad absoluta. Pueden
tener opiniones cercanas a la verdad, pueden sonar muy cristianas sus frases,
pueden tocar millones de corazones en el mundo, pero nunca serán infalibles. Y lo peor de todo esto es que estas doctrinas
lo que hacen es dividir a la iglesia. Jesús no nos llamó a pertenecer a ningún
movimiento teológico. Jesucristo no nos llamó a defender nuestras opiniones, o
las opiniones de nuestros mentores. Jesucristo nos llamó para ser sus seguidores, no
seguidores de otro.
Pero esto no es nada nuevo, hace mucho tiempo en la iglesia
de corintios había un problema muy similar, cuenta las Sagradas Escrituras que
en esta iglesia, numerosa y diversa, los creyentes se sentían atraídos por
diferentes predicadores. Algunos seguían a Pablo, que había fundado su iglesia; otros habían oído predicar a Pedro (Cefas) en Jerusalén, mientras que
otros sólo habían escuchado a Apolos, un predicador elocuente y popular que
había tenido un ministerio dinámico en Corinto. (1 Corintios 1.12).
El argumento de los corintios es una figura gráfica de lo
que sucede cuando la iglesia (cuerpo de Cristo) sigue enseñanzas de hombres en
vez de seguir la palabra de Dios. Con las muchas oportunidades que hoy en dio hay para debatir quién tiene la razón, (miles
de páginas en Internet, redes sociales, libros, foros etc... caemos en el mismo juego de "mi
predicador es mejor que el tuyo".
Pero esto dividirá a Cristo una vez más.
Asegúrese de que su aprecio por algún maestro, predicador o autor no lo guíe a un orgullo espiritual. Nuestra
lealtad debe ser a Cristo y a su enseñanza, y a través de esta la unidad que El desea.
Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está
puesto, el cual es Jesucristo. (1 Corintios 3.11)
Fantástico.
ResponderEliminarComo siempre.
Gracias por edificar la Iglesia con este blog.
Bendición