26 abril 2015

La rutina

Si decimos que hemos caído en rutina nos estamos refiriendo a que tenemos un hábito o costumbre de hacer algo maquinalmente, o que hemos  aprendido con la práctica. Entonces si nos damos cuenta de todas las cosas que hacemos diariamente y que forman parte de nuestro día a día nos daremos cuenta que son rutinarias. Nos levantamos, desayunamos, nos vamos a nuestros trabajos, estudios, volvemos a casa, y sin darnos cuenta caemos en rutina, hacemos la cosas mecánicamente.


Cierto día hablando con un Pastor me comentaba que había recibido muchos ataques del “enemigo” durante su ministerio. Me decía que había sido atacado mucho y fuertemente para tratar de que dejara de predicar el Evangelio, pero que quizás el peor ataque fue el que  cayera en la rutina. Llegó un momento en el que la monotonía comenzó a invadir mi vida, mi familia y el ministerio. En ese momento sentí que todo lo que hacía había perdido sentido, tenía ganas de dejarlo todo y por poco el enemigo gana la batalla. Pero Dios una vez más en su misericordia se encargó de darme nuevos retos, cada uno requería todo mi esfuerzo mental, físico y espiritual, de esa manera salí renovado y no caí en la rutina.

Al igual que este pastor, llega un momento en nuestra vida en la cual dejamos  entrar a la rutina  en nuestra vida porque nos suele brindar aparentemente comodidad y tranquilidad, y aunque suela dar la impresión de tener todo controlado, existe un gran peligro en esta práctica, y no es otra que se pierde el interés, la motivación, el objetivo y hasta las ganas de continuar.  Es ir a los cultos por ir y adorar  a Dios por rutina, es cantar porque se canta todos los domingos, es leer la Biblia como practica mecánica, y lo que es peor, no leerla, es participar del pan y del vino por que lo hace la mayoría de la iglesia, es ofrendar como si fuera un simple hábito, llegando a convertirse  todo lo que hacemos gracias a la monotonía, en una vana repetición de palabras y gestos sin sentido. Es una peligrosa forma de vivir la vida cristiana.

Quizás hayamos caído en la rutina y no nos encontremos con el ánimo suficiente para continuar porque descuidamos por completo nuestra vida espiritual. Tal vez sea el momento de buscar nuevos retos y salir de la comodidad. Si no prestamos atención a lo que está sucediendo en nuestro corazón la rutina religiosa acabará con nuestra vida espiritual. Encontraremos que la aventura de caminar con el Señor ha caído en una peligrosa inercia que comienza a aburrirnos. La frescura y la pasión de otros tiempos ya no son las características que mejor describen nuestra vida espiritual.

¿Entonces qué podemos hacer para volver a insertar frescura en nuestros momentos de intimidad con Dios? ¿De qué maneras podemos volver a explorar nuevos caminos para las disciplinas espirituales? 

Pablo no da un hermoso consejo: No os adaptéis a este mundo, sino transformaros mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. [1]


Esto significa que no nos debemos acomodar en nuestra vida espiritual, que transformemos nuestra manera de pensar de actuar y de vivir una vida cristiana guiada por el Espíritu de Dios, que no hagamos las cosas porque así lo hemos aprendido, sino porque tenemos necesidad de hablar con Dios de leer su Palabra y de sentir su presencia. 

 [1].-Romanos 12.2

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