En esta semana pasada han ocurrido dos grandes acontecimientos, por un lado se
ha celebrado el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín, también apodado por parte de la opinión
pública occidental como Muro de la vergüenza. Por otro lado se ha
celebrado una consulta sobre la
independencia en Cataluña, (España).
No quiero entrar a opinar ni valorar lo
que pienso de esto último, pero creo que mientras unos celebran la retirada de muros y fronteras otros intentan crear nuevas
fronteras.
Seguro que habremos escuchado frases como "dos cabezas
piensan mejor que una", o "la unión hace la fuerza", demostrando
la gran importancia de estar unidos, del trabajo en equipo, del depender los
unos de los otros, no me gusta el separatismo,
el creernos capaces de conseguir logros por nuestros méritos, por nuestras
fuerzas.
Jesús nos da una gran lección y nos dice que si queremos dar
fruto en esta vida debemos estar unidos a Él, porque, “separados de Jesús nada
podemos hacer” [1]
Consciente de esta verdad en mi vida y en la de mi familia,
buscamos sinceramente la ayuda del Espíritu de Dios, en cualquier circunstancia
de nuestra vida, pues, tenemos claro que separado de Él nada podemos hacer.
Porque si somos algo, o tenemos algo es porque un día decidimos aceptarlo como eje principal de nuestro andar diario.
Cuando Jesús dijo: "Separados de mí nada podéis
hacer". ¿No dice que si me esfuerzo, que si concentro todas mis energías en un asunto,
si concentro toda mi sabiduría en un propósito, ni aun así podría lograr nada?
Si yo fuera extremadamente cuidadoso, si
fuera intensamente entregado, si orara todos los días con toda sinceridad, ¿no
podría entonces lograr algo? Puede ser que me cueste muchos esfuerzos, dificultades, puede ser duro remar contra la corriente,
pero, ¿no podría progresar por lo menos un poquito en la cosas de Dios, "Noooooo" Jesús dice que, separados de mí nada podéis
hacer." Podemos esforzarnos tanto como queramos, luchar como podamos; nuestros
esfuerzos y nuestras luchas serán inútiles, no nos conducirían a progresar en
nuestros propósitos.
Por último, fijémonos en que estar unidos a Cristo es beneficioso
para nuestra vida. Primero, que enriquece nuestra propia vida, nuestro contacto
con Jesús nos hace ser fructíferos. Segunda, que da gloria a Dios. El ver una
vida así hace que la gente piense en Dios. Dios es glorificado cuando llevamos
mucho fruto y nos mostramos discípulos de Jesús. La mayor gloria de los
cristianos es dar gloria a Dios con nuestra vida y conducta.
Dios puede hacer todo sin el hombre, pero nosotros no
podemos hacer nada sin Dios, es como si
le pidiéramos a una rama vivir, brotar y fructificar cortada del árbol a la
cual pertenecía. Aprendamos, pues, a vivir nutridos cada día de la rica savia
de la vid verdadera, Jesucristo.
[1].- Juan 15.5
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