Esta semana he puesto cara a una persona que trabaja en la
radio llevando un programa de
evangelismo. Nunca podía pensar que este hombre que predica a través de las
ondas podía ser aquel hombre que domingo tras domingo esta de una manera
sobresaliente acomodando a la gente en la iglesia.
Quizás te preguntes ¿y por qué no? Porque pensaba que una persona que lleva un programa en la radio los domingos tenía otro cometido en la iglesia que la ser unjier.
Pero me lleve una grata alegría porque pude comprobar que no todos anhelamos los mejores puestos en la obra de Dios, que de lo que se trata es de servir y punto.
Quizás te preguntes ¿y por qué no? Porque pensaba que una persona que lleva un programa en la radio los domingos tenía otro cometido en la iglesia que la ser unjier.
Pero me lleve una grata alegría porque pude comprobar que no todos anhelamos los mejores puestos en la obra de Dios, que de lo que se trata es de servir y punto.
En el Evangelio de Mateo, [1] la madre de Jacobo y de Juan, junto con ellos, se acercó a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor. ¿Qué quieres? le preguntó Jesús. Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. Esta madre fue a Jesús y "postrándose", aparentemente adoró a Dios, pero su verdadero motivo era pedirle algo a Él.
Esto sucede muy a menudo en nuestras iglesias y en nuestras vidas. Hacemos cosas y trabajos, esperando a cambio que Dios nos dé algún cargo especial, y con el pretexto de que todo lo hacemos para Dios y su obra no nos conformamos con cualquier cosa.
Jesús nos enseña y nos pide ir por un camino opuesto al de nuestras
ambiciones, al de figurar, el buscar ser uno el protagonista. Por tanto tenemos
que liberarnos de esa “enfermedad” que busca una situación de poder, de
jerarquía y de satisfacción por estar en lugares encima de los demás.
La obra de Dios necesita verdaderos cristianos, que estén dispuestos de verdad a seguir por amor a Cristo Jesús, que podamos dejar de lado nuestros intereses personales, nuestros anhelos, nuestros planes, y que podamos trabajar silenciosamente por un mundo más cristiano, humano, compasivo, misericordioso. Seguro que Dios tiene una ocupación que tal vez no sea tan fascinante como tu pensabas, pero igual en importancia que cualquier otra. No se trata de la labor que hagamos, lo importante es que pertenecemos al Cuerpo de Cristo.
[1].- Mateo 20.21
[2].-Juan 12.1-11
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