He estado ayudando a Paula a forrar los nuevos libros, y lo
bien que quedan con esos nuevos forros
adhesivos. Le contaba a Paula que cuando yo iba a la escuela (hace ya muchoooosss
años) forrábamos los libros con papel de periódico, y nos quedaban bien guapos.
Los forros de mi época y los actúales no son iguales pues han prosperado para
mejor, lo que no ha cambiado han sido lo que hemos forrado “libros”, o sea
hemos renovado el forro.
Renovarse es necesario, renovarse es una ley universal, y si muchas veces perdemos terreno con el enemigo es porque no nos renovamos, nos aferramos a viejas concepciones, (el papel del forro), que ya no son validas y que deberíamos abandonar. Por supuesto no me estoy refiriendo a los principios sobre los cuales está fundado y no existe mejores principios que aquellos que se encuentra en la Biblia.
Todo hombre y mujer ven la necesidad de renovar la
decoración de su casa, su vestuario, su look, el coche, pero no vemos la
necesidad de renovarnos espiritualmente. La Biblia enseña, que aunque el ser exterior, el
físico, se desgasta cada día con el uso, el interior, el ser espiritual, se
renueva de día en día.
Cambiar significa dejar lo conocido, dejar lo viejo y optar
por renovación y frescura. Significa estarse re–inventando, significa no
conformarse y ser un cristiano activo. Existe
el cambio involuntario, el cual es impuesto, y es el resultado de una situación
ajena a nuestro control, como un recorte laboral, una enfermedad o accidente,
la pérdida de un ser querido etc. y tenemos que estar preparados para lidiar
con el inmediatamente. Luego existe el
cambio voluntario, el cual nosotros buscamos y lo deseamos porque no estamos
contentos con la situación actual o porque no hemos quedados estancados, o
porque nos damos cuenta de que todavía forramos nuestros libros con papel de
periódico.
Yo sentía que me tenía que renovar, mi modelo de vida
espiritual estaba caduco, seguía con la antigua versión, pero me he puesto de
rodillas ante Dios, vacié mi corazón de todas cosas que no me gustaban y que
tampoco gustaban a Dios.
El cristiano está en un programa de educación continua.
Cuanto más conocemos de Cristo y de su obra, mayor será el cambio en nuestras
vidas para ser semejantes a Él. Ya que este proceso es de por vida, nunca
deberíamos dejar de aprender y obedecer. No hay justificación para quedarse
atrás, sino más bien, una motivación para enriquecernos al crecer en El. Esto
requiere práctica, revisión, paciencia y concentración para mantenernos en
concordancia con su voluntad.
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