Hoy en día cuando se menciona la oración en la sanidad corporal
como elemento valioso e integral de la capellanía hospitalaria se ponen los gritos en el cielo.
Por experiencia personal sé que si uno trabaja como capellán en este campo se expone a incomprensiones,
críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca
a uno a su prójimo de una manera especial y es fuente de compensaciones
insospechadas. Lo único que lamento es que no haya más compresión en las
iglesias por este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y con tanto amor.
Muchas de las pegas y excusas que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.
Muchas de las pegas y excusas que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.
Hay muchas personas que toman una posición muy cómoda para no
ejercer la oración y es la de afirmar que para eso están los médicos y las
medicinas. La oración por sanidad no excluye ni la visita al médico ni el uso
de medicamentos, quien tenga que disponer de estos recursos debe hacerlo; pero
en estos casos no sobra la oración, pues ésta puede ayudar para que el médico
acierte mejor el diagnóstico y en la formulación de medicamentos y para que éstos
obren con mayor eficacia.
Tampoco hay que esperar resultados inmediatos cuando se ora por un
enfermo. A nosotros nos toca solamente orar y dejar al Señor el resultado.
Generalmente la salud se recupera mediante un proceso que puede ser muy largo
pero que es muy útil para que el enfermo vaya conociendo mejor al Señor y vaya
mejorando sus relaciones con Dios.
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