La mayoría de cristianos, consciente o inconscientemente,
hacemos una separación entre nuestras actividades; dividimos todo en “santo” y en
“pagano”. Cuando cantamos en la iglesia eso es santo, pero si jugamos
futbol, eso es pagano. Muchas personas creen que si no hace algo con cierta
liturgia religiosa, entonces eso no es para Dios.
Todo, absolutamente todo lo que hacemos puede agradar o
desagradar a Dios. Tú puedes adorar a Dios en la iglesia, con alabanzas,
oración, etc. Pero también lo puedes agradar siendo educado en la calle,
cumpliendo con tus obligaciones, cumpliendo con tu trabajo con excelencia.
Pablo nos exhorta en una de sus cartas: “Y todo lo que
hagan no lo hagan como para los hombres, sino para Dios”.
Es decir, que yo debo realizar toda actividad, aún las
seculares, para Dios, mi trabajo, mis
estudios, mi diversión, mis conversaciones, etc. Esto implica que deben ser con
excelencia, porque son para Dios.
A veces la gente se pregunta: ¿Por qué hacer las cosas
bien si, tan siquiera te lo agradecen? otros dicen ¡Estas volviendo rico a tu
jefe con tu trabajo!, sin darse cuenta
que no es por mi jefe, por mi vecino, por quedar bien, ni por sí mismo que se
deben hacer las cosas; se hacen bien, con amor y con excelencia, porque son
para Dios.
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