26 noviembre 2011

Sólo el llanto no interrumpe al silencio


Yo creo que a muchos de nosotros, desde pequeños nos han enseñado que los hombres, no deben llorar, nos han querido hacer creer que si un hombre llora o se deprime, pierde algo de su hombría, verdaderamente pienso que llorar no es sólo cuestión de mujeres. El llorar o deprimirse es, simplemente, humano.
Mucha gente está llorando en nuestro mundo, hay lágrimas por cualquier situación. Se llora por la desgracia, por las enfermedades, por el dolor, por la pérdida de un ser querido, se llora cuando está lastimado nuestro ser interior. También se llora de alegría, aunque son los menos casos. ¿No es cierto?
Recuerdo las lágrimas de Casillas, al ganar el campeonato del mundo de futbol, Mientras todos los jugadores de España abrazaban a Iniesta, el autor del gol, Casillas lloraba en solitario roto por la emoción. El Presidente brasileño Lula da Silva lloró sin consuelo cuando Rio de Janeiro ganó los Juegos Olímpicos de 2016. Moratinos lloro al despedirse como ministro de Exteriores.

"La gente me observa. Aun así lloro. Tengo el hombro de Dios para llorar. Y lloro mucho. Lloro mucho en mi trabajo. Apuesto a que he derramado más lágrimas de las que usted puede contar". Con esta naturalidad contaba en una biografía, George W. Bush, su facilidad para el llanto.
Pero, yo quiero compartir con Ustedes, una ocasión cuando una persona especial lloró. Una de las dos oportunidades que registra la Biblia nos dice que Jesús lloró cuando sus amigos estaban sufriendo. Jesús tenía un amigo llamado Lázaro que enfermó de gravedad. Sus hermanas, Marta y María, enviaron un mensaje a Jesús y le pidieron que viniera a sanar a Lázaro, pero cuando Jesús llegó, Lázaro ya había muerto. La Biblia nos dice que cuando Jesús vio a María llorar por la muerte de su hermano, El lloró también. No fue eso lo único que hizo Jesús. Escuchen lo que pasó después.
Jesús fue con María y con Marta y algunos otros a visitar la tumba donde Lázaro estaba enterrado. Era una cueva con una piedra en la entrada. Cuando llegaron a la tumba Jesús le dijo a algunos de los hombres que estaban con ellos: “Remuevan la piedra.” Entonces Jesús llamó con gran voz: “Lázaro, ven fuera.” Y Lázaro salió caminando de la tumba. Me imagino que cuando María vio salir a Lázaro sus lágrimas de tristeza fueron cambiadas a lágrimas de felicidad.
Todos lloramos y me alegra saber que tengo un Salvador que lloró también. Me da mucha alegría saber que nos ama tanto que cuando estamos doloridos El también lo está. Él siente nuestro dolor, ve nuestras lágrimas, y es confortante saber de que cuando lloramos, Jesús llora con nosotros. Pero más reconfortante es saber que El tienes poder sobre la muerte y que un día estaremos en el cielo con El y que allí no habrá más lágrimas.

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