Cada vez que alguien se disgusta en la iglesia, por cualquier cosa, la primera reacción es ¡Me Voy! (Afortunadamente no todos los que reaccionan así se van y otros que se van regresan)
En la iglesia: Te pones bravo con el pastor. Te vas.
En el trabajo: Te pones bravo con el jefe. Te quedas, le sonríes y si es necesario le llevas el café a su escritorio.
En la iglesia: Te llamaron la atención porque tus hijos molestaban durante el culto. Te vas.
En el trabajo: Te llamaron la atención porque llegaste tarde. Te quedas, pides perdón y dices “Le prometo “mi estimado jefecito” que no ocurrirá otra vez.
En la iglesia: Tuviste un desacuerdo con un hermano. Te vas
En el trabajo: Tuviste un desacuerdo con un compañero de trabajo. Te quedas. Dices: Ese es “un energúmeno” pero ni modo, me lo tengo que tragar.
En la iglesia: Hablaron de dinero por dos domingos consecutivos. Te Vas
En el trabajo: Hablaron de dinero para una colecta a un compañero necesitado, una obra de caridad o una ayuda comunitaria. Te quedas, te quejas, metes la mano en el bolsillo y contribuyes, pues no quieres que te clasifiquen de tacaño.
En la iglesia te vas, en el trabajo aguantas y te quedas. Ummmm…. Me pregunto ¿Por qué será?
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