Hay en algunas ocasiones que vienen a nuestras vidas aflicciones y dificultades, sin que haya una razón evidente para que eso ocurra. Los accidentes, la muerte, las enfermedades, los terremotos, la violencia, etc lleva a los afectados y familiares a preguntarse ¿Por qué a nosotros?. No entienden nada de lo ocurrido, y muchas veces se sienten traicionados por Dios. Todo parece ser injusto.
Sin embargo, existe otra fuente de dolor y sufrimiento en nuestras vidas, que debemos considerar.
Se trata de la desobediencia a Dios, y como este determina nuestro bienestar, muchas de las aflicciones por la que frecuentemente pasamos son resultado del pecado, o sea del comportamiento pecaminoso, que hace estragos en el hombre.
Todo pecado posee esa característica mortal. No es que Dios este sentado en el cielo, esperando haber quien comete un error para maltratarle. Pero El prohíbe ciertas maneras de comportarse porque sabe que el fin no es otra cosa que la destrucción del hombre.No es Dios el que conduce a la muerte a las personas, sino el pecado.
Pablo uso las siguientes palabras para describir la naturaleza maligna del pecado en su propia vida ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Y termina dándonos el maravilloso remedio que esta a disposición de todo creyente, solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 7.24-25)
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