Venían de una iglesia muy grande donde estaba acostumbrado a
escuchar grandes sermones y donde el pastor es un famoso predicador Este hombre
me comentaba que su predicación es una poderosa combinación de verdad y pasión,
que conducía a oyentes convencidos y regocijados acercarse a Dios. Pero ¿Qué es
lo que paso cuando aterrizo en nuestra pequeña iglesia local? Que nada era igual, donde
todas o varias cosas son diferentes, incluida la predicación. Afortunadamente,
el evangelio todavía se proclama. De hecho, los sermones son completamente
bíblicos, pero la habilidad de su predicador habitual simplemente no está a la
altura de la predicación fenomenal que escuchaban anteriormente.
A menos que asista regularmente a la iglesia de uno de los
predicadores célebres de nuestros días, lo más probable es que haya enfrentado
una situación similar. Ya sea en una conferencia o en Internet, ha escuchado
predicaciones excepcionales, pero que pasa cuando por alguna situación tienes
que cambiar a esa pequeña iglesia hogareña que casi nadie más allá de su ciudad
conoce, con su "nadie" de pastor que probablemente nunca predicará a
miles
¿Qué sucede si el pastor de esa pequeña iglesia que predica
el evangelio no es tan bueno como el pastor que tenías anteriormente? ¿Es hora
de vender la casa, empaquetar a la familia y cambiar de iglesia? No, no lo
creo. Pero, ¿Qué debemos hacer?
Primero, regocíjate de que tu nuevo pastor sea un hombre que
proclama el evangelio. En algunas ciudades, encontrar a un hombre que predique
el evangelio verdadero es tan difícil como buscar una aguja en un pajar.
Segundo, reconozca que ciertos hombres tienen dones únicos
del Señor para tener un ministerio y atractivo internacional, pero esta no es
la norma. La iglesia local debe estar satisfecha con nombrar como pastores a
hombres que sean “irreprensibles” en sus vidas, que crean en el evangelio y
sean capaces de enseñar la Palabra de Dios, y que aspiren a servir como
pastores (1 Timoteo 3.1) (Tito 1:5-9). La mayoría de los pastores puede que
nunca sean el orador principal en una gran conferencia, pero esto no es una
deficiencia, es precisamente su llamado.
Tercero, anime verbalmente al pastor(es) en su iglesia. Cada
pastor que no es extraordinariamente dotado ha escuchado predicaciones notables
de los renombrados maestros de nuestros días y se han sentido desanimados
porque no lo hacen como ellos. Aquí hay una manera simple en que puede animar a
tu pastor: después de un sermón, en lugar de simplemente decir "¡Buen
sermón!" Mientras te dirige a la puerta, tómese un momento para decirle
qué fue especialmente útil y/o convincente el sermón. Es muy alertador para
cualquier pastor que después del sermón se acerquen hermanos a conversar con el sobre lo que se ha aprendido. Estas conversaciones animan y hacen sentirse
a los pastores útiles en la comunidad.
Debemos alabar al Señor por habernos dado pastores
destacados y conocidos, pero no olvidemos el mandato de Pablo a Timoteo, quien
estaba atrincherado en una iglesia local con pastores cuyos nombres ninguno de
nosotros conoce: “Los ancianos que gobiernen bien, sean considerados dignos de
doble honor, mayormente los que se esfuerzan en predicar y enseñar” (1 Timoteo
5.17).
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