En la Biblia encontramos muchos ejemplos de hombres y
mujeres con las cuales nos sentimos identificamos. Pero hay un ejemplo que está
repleto de matices humanos que nos identifican grandemente con uno de esos
hombres, este es El apóstol Pedro. Impetuoso, líder, emprendedor y valiente se
sentía el hombre ideal para ponerse al frente del movimiento más trascendental
de toda la historia como lo fue y sigue siendo el cristianismo.
Pero precisaba aprender que para ser usado por Dios se
necesita más humildad que capacidad. Y Dios usó justamente situaciones de
crisis para forjar en él el hombre que quería. Fue en uno de sus tantos
momentos de dificultad que negó al Señor para enfrentarse con ese verdadero
Pedro. (Lucas 22.54-62). Entonces, horrorizado con su perfil traicionero,
avergonzado por lo vil de su pecado, pasó toda la noche llorando amargamente. (Lucas
22.62).
De esas lágrimas surgió un nuevo hombre a la manera de Dios.
Su Maestro se lo había advertido: “Simón, Satanás te ha pedido para zarandearte
como a un trigo, pero no temas pues yo he rogado por ti para que tu fe no
falte. Y tú, cuando estés recuperado, pastorearás a tus hermanos”. (Lucas
22.31-32).
Mientras no vivamos situaciones que pongan a prueba nuestra
vida probablemente tendremos una idea errada de nuestra verdadera condición
espiritual. No solamente nos convenceremos de la existencia de realidades que
no son, sino que tampoco seremos conscientes de la verdadera naturaleza de
nuestras debilidades. La crisis es lo que le pone fin al engaño de nuestras
percepciones porque en medio de las crisis nos vemos tal cual somos.
Hoy en día estamos viviendo una situación que está poniéndonos
a prueba nuestra vida cristiana. El ser humano, nunca estuvo tan vulnerable
como en este tiempo. Las amenazas biológicas, sociales, políticas, financieras y naturales están descubriendo en nuestra vida
que somos más débiles de lo que pensábamos. Hoy nos sentimos zarandeados y
probados como trigo, pero en vez de quejarnos, de criticar, de buscar
culpables, levantemos nuestra mirada al cielo y dejemos que Dios nos tome de la
mano. Nuestro carácter se está forjando, hay cosas malas en nuestra vida que aún
permanecen ocultas y deben ser expuestas y cambiadas por el Señor.
La zaranda justamente hace eso, deja en evidencia las
impurezas y lo que queda es limpio. Y eso es lo que Dios está haciendo en
nuestra vida, quitarnos nuestras impurezas y forzarnos en esos hombres y
mujeres que ÉL necesita para su obra.
No estamos a merced del diablo, Dios controla nuestra vida y
nada de lo que suceda está ajeno a su voluntad. Él sabe, Él siente, Él suple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario