Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una
puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza,
has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. (Apocalipsis 3.8)
Dios me ha abierto una puerta, “una puerta” al conocimiento
de las Escrituras. Siempre he tenido el deseo y el anhelo de estudiar de una
forma sería y guiada la palabra de Dios, pero siempre he encontrado obstáculos
y problemas y nunca he dado ese paso adelante.
Hoy en día he empezado un seminario Bíblico, porque sé que si el Señor me ha abierto una puerta al conocimiento de las Escrituras, es porque puedo y debo hacerlo, y lo voy aprovechar porque, si Él abre esa puerta, Él quiere que yo entre; para estudiar y proclamar la Palabra de Dios.
Una puerta, a una nueva congregación, y aunque somos pocos estamos
dispuestos a hacer la voluntad de Dios, no tenemos grandes programas, ni
edificios espectaculares. A Dios no le impresionan ni la cantidad de personas
que acudimos cada domingo, ni la imagen o el renombre que pudiéramos tener. Lo
verdaderamente importante para Dios es, si estamos aprendiendo fielmente la
Palabra de Dios. El sólo nos pide fidelidad en usar adecuadamente aquello que
Él nos ha confiado. Es decir: si administramos correctamente, sincera y
limpiamente los recursos que Dios pone a nuestra disposición, eso es lo que
realmente cuenta para Dios.
Una puerta abierta a la esperanza, porque aunque hubo
algún tiempo de desánimo, y de desfallecer las fuerzas, siempre he confiado en
el Señor, (Isaías 43.2), y en su palabra (Juan 15.7)
Cuando Dios te abre
una puerta no debed dudar en entrar por ella, debes entrar con alegría, con
ilusión, con esperanza, y sobre todo con agradecimiento, porque las puertas
significan mucho, significan oportunidad
de conocer y servir más y mejor a Dios.
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