Cada final y comienzo de un nuevo año, muchos solemos tener la costumbre de hacer planes, promesas y buenos propósitos, con la intención de corregir determinados hábitos negativos o cambiar ciertas actitudes viciadas que nos han creado problemas, y al mismo tiempo, diseñar nuevas estrategias o formas de responder ante las dificultades, contratiempos, adversidades, y emprender nuevos proyectos, asumir retos...
Esta costumbre de hacer planes no es mala ni mucho menos, la intención es buena y siempre nuestro propósito es buscar la perfección y mejorar en lo posible, y eso dice mucho en favor nuestro que, sin desmayo y con verdadero tesón, seguimos intentado proponernos al comienzo de cada año nuevo, saber vivir mejor, no caer en los mismos errores, superarse, etc.
El problema radica no tanto en los buenos deseos, en la buena voluntad o de mejorar y de cumplir unos propósitos adquiridos, como en la manera más eficaz y práctica de llegar a convertirlos en realidad. No basta querer cambiar a mejor, que no es poco, sino en saber qué es lo que se debe hacer para que un buen propósito sea algo más que buenas palabras y débiles intentos y que, tras unos días o, a lo sumo, unas semanas, todo siga como al principio o peor.
¿Que nos impide cumplir con nuestros mejores deseos de mejorar? ¿Por qué cada año sentimos que tenemos que cambiar cosas en nuestra vida, y al mitad del camino abandonamos?, ¿Por qué no somos capaces de terminar aquello que empezamos? Quizás nos falte fuerzas, consejo, una mano amiga, un empujoncito que nos ayude a seguir adelante.
Permitirme que os cuente una historia de un hombre ciego que junto al camino de Jericó, se encontraba mendigando.[1] ¿Cuántas veces nos vemos como Bartimeo sentados junto al camino? Es decir, viendo que la vida nos pasa, celebramos cumpleaños, fiestas, eventos, un año, otro año, pero estos se vuelven rutinarios y pierden el sabor del verdadero propósito.
Lo interesante es que Bartimeo, viendo que era incapaz de conseguir lo que anhelaba invoco la ayuda de Jesús, reconoce que hay alguien mayor que él aunque no le pueda ver, y ¿no es esto propiamente los ojos de la fe? Pero el pasaje nos relata que muchos le pedían que se callara, y ¿no sucede precisamente lo mismo con nuestra vida?
Reconocemos a Cristo con los ojos de la fe, pero a veces los mismos ruidos, experiencias de la vida, los golpes de la vida nos dice lo contrario, que nos callemos, que dejemos de molestar, que nos estemos quietos, que no invoquemos el nombre de Jesucristo. Lo hermoso es que reconocemos que solos no podemos y eso nos impulsa a movernos, a que gritemos como Bartimeo, “Hijo de David, ten compasión de mí”.
Esta es la actitud en este nuevo año, quizás te encuentres desanimado, cansado de empezar de nuevo, ahogado por tantos problemas, sin fuerzas por seguir adelante, quizás te encuentres como Bartimeo, sentado en el camino sin ninguna perspectiva para este nuevo año que Dios nos ha dado, si es así, ANIMO, Jesucristo pasa por tu lado, solo tienes que reconocer que tu solo no puedes, que necesitas ayuda, y convencido estoy que el Señor te tendera una mano que te ayudara a cumplir los propósito para este nuevo año.
Desde estas pequeña y humilde reflexión te deseo un año, en que todos tus sueños se hagan realidad, que navidad no sea solo unos días y apenas una temporada, que el sentimiento de amistad, solidaridad y amor podamos retenerlo tanto como lo deseemos. ¡Que el 2015 sea el mejor año de tu vida!
[1].- Marcos 10.46
Esta costumbre de hacer planes no es mala ni mucho menos, la intención es buena y siempre nuestro propósito es buscar la perfección y mejorar en lo posible, y eso dice mucho en favor nuestro que, sin desmayo y con verdadero tesón, seguimos intentado proponernos al comienzo de cada año nuevo, saber vivir mejor, no caer en los mismos errores, superarse, etc.
El problema radica no tanto en los buenos deseos, en la buena voluntad o de mejorar y de cumplir unos propósitos adquiridos, como en la manera más eficaz y práctica de llegar a convertirlos en realidad. No basta querer cambiar a mejor, que no es poco, sino en saber qué es lo que se debe hacer para que un buen propósito sea algo más que buenas palabras y débiles intentos y que, tras unos días o, a lo sumo, unas semanas, todo siga como al principio o peor.
¿Que nos impide cumplir con nuestros mejores deseos de mejorar? ¿Por qué cada año sentimos que tenemos que cambiar cosas en nuestra vida, y al mitad del camino abandonamos?, ¿Por qué no somos capaces de terminar aquello que empezamos? Quizás nos falte fuerzas, consejo, una mano amiga, un empujoncito que nos ayude a seguir adelante.
Permitirme que os cuente una historia de un hombre ciego que junto al camino de Jericó, se encontraba mendigando.[1] ¿Cuántas veces nos vemos como Bartimeo sentados junto al camino? Es decir, viendo que la vida nos pasa, celebramos cumpleaños, fiestas, eventos, un año, otro año, pero estos se vuelven rutinarios y pierden el sabor del verdadero propósito.
Lo interesante es que Bartimeo, viendo que era incapaz de conseguir lo que anhelaba invoco la ayuda de Jesús, reconoce que hay alguien mayor que él aunque no le pueda ver, y ¿no es esto propiamente los ojos de la fe? Pero el pasaje nos relata que muchos le pedían que se callara, y ¿no sucede precisamente lo mismo con nuestra vida?
Reconocemos a Cristo con los ojos de la fe, pero a veces los mismos ruidos, experiencias de la vida, los golpes de la vida nos dice lo contrario, que nos callemos, que dejemos de molestar, que nos estemos quietos, que no invoquemos el nombre de Jesucristo. Lo hermoso es que reconocemos que solos no podemos y eso nos impulsa a movernos, a que gritemos como Bartimeo, “Hijo de David, ten compasión de mí”.
Esta es la actitud en este nuevo año, quizás te encuentres desanimado, cansado de empezar de nuevo, ahogado por tantos problemas, sin fuerzas por seguir adelante, quizás te encuentres como Bartimeo, sentado en el camino sin ninguna perspectiva para este nuevo año que Dios nos ha dado, si es así, ANIMO, Jesucristo pasa por tu lado, solo tienes que reconocer que tu solo no puedes, que necesitas ayuda, y convencido estoy que el Señor te tendera una mano que te ayudara a cumplir los propósito para este nuevo año.
Desde estas pequeña y humilde reflexión te deseo un año, en que todos tus sueños se hagan realidad, que navidad no sea solo unos días y apenas una temporada, que el sentimiento de amistad, solidaridad y amor podamos retenerlo tanto como lo deseemos. ¡Que el 2015 sea el mejor año de tu vida!
[1].- Marcos 10.46
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