Esta semana se ha hablado mucho sobre lo importante que es congregarse,
no me cabe duda que es un tema importante
y que seguro habéis oído muchas, muchísimas veces.
Personalmente he vivido y experimentado las bendiciones de
congregarse en amor, compañía, oración y comunión, la dicha de formar parte del
Cuerpo de Cristo.
Todo esto es cierto porque lo dice la palabra de Dios: no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.( Hebreos 10.25).
Pero hay una pregunta que me hago, ¿Para qué nos congregamos? Acaso nos congregamos para que el pastor no vea sillas vacías, lo hacemos para justificarnos como cristianos, o lo hacemos para repetir rutinas religiosas, o para contarnos las batallitas que hemos pasado.
Que nuestra asistencia a la iglesia no sea un agradable
paseo mañanero, o porque tengamos
curiosidad porque el pastor que va a predicar nunca lo había hecho aquí, que no
sea por el placer de encontrar amigos, sino que asistamos con un propósito, porque no se es mas cristianos por asistir a
la iglesia, ¿Por qué cuantos van todos los domingos a la Iglesia, y ni tan
siquiera se han arrepentido?, y se de lo que hablo, o ¿Cuántos no asisten a la
iglesia y son verdaderos cristianos, arrepentidos y nacidos de nuevo?
Hay una cosa que no me gusta, y es que cada vez que queremos
tener razón en alguna de nuestras ideas
caigamos en la “versiculitis”, esa mala costumbre de extraer versículos de
la Biblia para mostrar nuestras razones.
No todos tenemos la oportunidad de asistir a una
congregación, pero si asistimos tengamos un verdadero y claro propósito y dar
una buena respuesta a la pregunta que
Dios le hizo a Elías, ¿Qué haces aquí Elías? (1 Reyes 19.9)
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