Hay algunas noticias que llaman mucho la atención, hablan de
campañas evangelisticas en las cuales se
dan números “galácticos” de personas convertidas, de hombres y mujeres que han
decidido aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas.
Estos son en verdad momentos muy especiales y emotivos, sin
embargo, con todo el entusiasmo que provoca tan grande números de personas
convertidas, no nos damos cuenta de algunas verdades que suelen ocurrir.
Mucho de los que se dicen cristianos nacidos de nuevo, creen
que el juego de apuestas es moralmente aceptable, otros creen que vivir con alguien del sexo opuesto sin estar
casados es moralmente bueno. Otros se
sienten a gusto con disfrutar de pensamientos
sexuales o fantasías sobre alguien, y algunos de los que profesan ser nacidos de
nuevo dicen que está bien el matar a un bebé mientras esta dentro del vientre
de su madre.
Muchas de estas personas tarde o temprano abandonan las
iglesias, alegando de la falta de oportunidades, diciendo que la Iglesia
debería organizarse y dar más oportunidades. Pero pienso que hay otra razón por
la que estas personas abandonan las iglesias y en definitiva y que es lo más
importante abandonan a Dios, y no es otra cosa que hay muchos que mencionan el nombre de Cristo pero
fallan en apartarse de la maldad, (1). Estos son falsos convertidos que han
“invitado a Jesús en sus corazones,” sin embargo siguen sin convertirse pues
nunca se han arrepentido en verdad.
El problema es que en vez de predicar la Buena Nueva de que
los pecadores pueden ser justificados en Cristo y escapar de la ira que vendrá,
nos hemos quedado con un “evangelio” que implica que el propósito primordial de
Dios para nuestra vida es que Dios tiene un plan maravilloso para nuestras vidas, hacernos felices en Cristo, y rescatarnos de
los problemas de esta vida. O sea que
usamos un mensaje que no es verdadero, ni Bíblico.
Examina el Libro de Hechos y
ve si puedes encontrar alguno de los discípulos diciendo a los pecadores que
Dios los amaba o que tenía un plan maravilloso para sus vidas. Si no hay
precedente para esto en las Escrituras, la pregunta es ¿Por qué lo estamos
usando? ¿Por qué no seguimos el patrón dado para todos nosotros en las
Escrituras. Pedro y Juan predicando en la puerta del templo llamado la Hermosa,
y no les decía a los israelitas, que
Dios les amaba, o que Dios tiene un plan especial para sus vidas, no y no,
escuchar la predicación: Así que,
arrepentíos y convertíos, para que
sean borrados vuestros pecados; para que
vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. (2)
No podemos ser convertidos a menos que nos arrepintamos. Es
por ello que Jesús ordenó que el arrepentimiento sea predicado a todas las
naciones (3). Sin embargo, si no nos arrepentimos de nuestros pecados (porque nadie
les ha dicho que deben de hacerlo), tendremos una falsa conversión (4) y no seremos
nuevas criaturas en Cristo. Aunque nos dirijamos a Jesús como “Señor,” continuaremos siendo “hacedores de maldad” (4).
(1).- 2 Timoteo 2.19
(2).- Hechos 3.19
(3).- Lucas 24.47
(4).- Marcos 4.16-17
(5).- Mateo 7.23
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