Nos pasamos media vida obedeciendo. Obedecemos, a nuestros
padres, a nuestros mayores, a nuestros
jefes, a nuestros profesores, a nuestro cónyuge, etc., también obedecemos a
nuestras emociones, la ira, el temor, la alegría, la tristeza, etc.
Seguramente hemos aprendido, que, no obedecer tiene
consecuencias negativas. En ocasiones, la desobediencia sobre todo la de los
hijos acarrea un problema a los padres que
desesperados y agobiados por la indisciplina del hijo, suelen recurrir a
medidas correctivas en forma autoritaria.
Si no obedecemos a nuestros profesores seguramente el tiempo pasara, no aprovecharemos
el tiempo y las consecuencias, no sacar el curso adelante.
Tenemos que obedecer a nuestros jefes, aunque muchas veces,
no nos gusta lo que nos mandan, o no
tengamos ganas de hacer lo que me piden, pero ellos son los que planifican el
trabajo y es su responsabilidad mandar y la nuestra obedecer, y las
consecuencias de no obedecer seria vernos sin trabajo.
Pero cuando se trata de obedecedor a Dios, de nuestro
creador, nos cuesta tanto trabajo hacerlo, incluso lo cuestionamos, ¿por qué tengo que
perdonar?, ¿por qué tengo que orar?,
¿por qué tengo que leer la Biblia?, ¿por qué debo ir a la iglesia?
Dios no se equivoca, y sin embargo obedecemos a nuestros
padres, profesores, jefes, por las consecuencias que nos pueden traer la
desobediencia, sin embargo no valoramos las consecuencias que nos pueden venir
de no obedecer a Dios.
La biblia nos habla de las consecuencias de la desobediencia
[1] y podremos entender como tantas
personas pasan por situaciones adversas, que no son sino el producto de la
desobediencia a Dios. No es que el Señor sea un ser vengativo, en todo momento
alerta a nuestros fallos, para dejar caer sobre nosotros el peso de su castigo,
sino que como un padre advierte a sus hijos de los peligros inminentes, y es
nuestra decisión obedecerle o no, ya que el Señor nos ha dado un libre
albedrío, o sea, que somos libres para tomar nuestras decisiones, nunca seremos
obligados por Dios sólo que por su amor El nos quiere librar del mal. Pero como
es común la mayoría de las veces al no hacer caso como niños desobedientes,
tropezamos y nos herimos, cosa que el Señor quiere evitarnos.
El Señor nos ha ofrecido grandes bendiciones por nuestra
obediencia, siendo la única condición la obediencia a su palabra. Nuestras
almas son purificadas por la obediencia a la verdad, obedecer a nuestro Dios,
es un ejercicio muy especial y beneficioso que purifica nuestras almas, así como ir al
gimnasio, correr, nadar, etc., fortalece nuestro cuerpo físico y lo tonifica,
así la obediencia es el mejor ejercicio para nuestro espíritu, lo agiganta, le
da poder para vencer cualquier dificultad, podemos demandar cualquier cosa de
Dios y tendremos lo que pidamos, seremos invencibles, ¿Si Dios con nosotros? ¿Quién contra nosotros?
[2]
El que no obedece a la Palabra de Dios se engaña a sí mismo,
pues no son los oidores los bendecidos, sino los hacedores de la palabra. Es
tan importante nuestra obediencia a Dios, que si no obedecemos, ningún sacrificio u
ofrenda que hagamos al Señor, será aceptada por él pues dice la Biblia, que más
importante que cualquier sacrificio es obedecer a Dios. [3]
[1].- Deuteronomio 28: 15-40
[2].- Romanos 8.31
[3].- Mateo 5:23-25
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