En la noche del 5 al 6 de enero, aquí en España se celebra
la tradicional noche de reyes, que significa, regalos, regalos y más regalos.
Dice la tradición que de acuerdo como te haya comportado en el año así serán de
esplendidos los magos de oriente. Me gustan los regalos, unos me han gustado más
que otros, pero todos han sido especiales.
Pero si tuviera que destacar uno sin lugar a dudas es el que me hizo Jesucristo hace ya 25 años, y no miro mi comportamiento, pues El dice en su palabra, que aún siendo pecadores, Cristo murió por nosotros, (Romanos 5.8)
Pero si tuviera que destacar uno sin lugar a dudas es el que me hizo Jesucristo hace ya 25 años, y no miro mi comportamiento, pues El dice en su palabra, que aún siendo pecadores, Cristo murió por nosotros, (Romanos 5.8)
¿Pero en qué consiste
dicho regalo?
En que Cristo nos sustituye en la Cruz del Calvario y se
ofrece por nosotros como Cordero de Dios, para quitar nuestros pecados,
salvarnos y darnos vida eterna. Es decir, que el regalo de Dios se traduce en
la salvación de nuestra alma por medio de nuestra fe en el Señor Jesucristo. No
es un regalo que se toca, se come, se usa, se viste, se maneja. Pero es un
regalo que se vive, se siente, es real. Y eso me hace pensar que es el mejor
regalo para nosotros. No se rompe, aunque se puede perder si no se aprecia.
Pero no es estéril, porque los resultados se reflejan en los cambios de nuestra
vida, que afectan positivamente a nuestra familia y amigos.
Sin lugar a dudas, este es un regalo de Dios sin igual, ya que ni el mejor ordenador, ni el coche más rápido o cualquier otra cosa puede compararse con la paz que produce ser justificados por medio de Cristo ante el Padre, y que se nos reciba como hijos amados.
¡Qué pena que hay personas que no valoran tal regalo y lo rechazan como si fuese una corbata que pueda cambiarla! Qué tristeza me produce cuando se esperan con ansias regalos materiales que pueden tener corta duración, mientras que los regalos espirituales son duraderos, y poca gente lo quiere recibir.
Sin lugar a dudas, este es un regalo de Dios sin igual, ya que ni el mejor ordenador, ni el coche más rápido o cualquier otra cosa puede compararse con la paz que produce ser justificados por medio de Cristo ante el Padre, y que se nos reciba como hijos amados.
¡Qué pena que hay personas que no valoran tal regalo y lo rechazan como si fuese una corbata que pueda cambiarla! Qué tristeza me produce cuando se esperan con ansias regalos materiales que pueden tener corta duración, mientras que los regalos espirituales son duraderos, y poca gente lo quiere recibir.
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