La oración es uno de los recursos más importantes de los que
dispone los hombres y mujeres que visitan a los enfermos para crear un clima de
paz en torno a ellos, para infundir
ánimo al que sufre, para encontrar la
energía necesaria con que sobrellevar los dolores, para progresar en la relación
del paciente con Cristo.
Existe sin duda el peligro de acudir a la oración
como a una panacea para las situaciones o momentos difíciles del enfermo. No
siempre es esto lo más acertado.
La oración no debe ser ni el comienzo del encuentro del visitante con el enfermo, ni el único motivo de ese encuentro, sino más bien la culminación de todo un proceso de conocimiento por parte del visitante tanto de la persona del enfermo como del momento que está viviendo en su enfermedad.
La oración con el enfermo ha de surgir de la necesidad y deseo del paciente. Es importante ante de orar escuchar al enfermo, conocer sus vivencias y estados de ánimo, conocer sus actitudes y reacciones: de queja, de angustia, de culpabilidad, de gozo, de gratitud...
Es necesario e importante que se establezca una relación de empatía entre el enfermo y el visitante de manera que el paciente se sienta cómodo con la presencia del visitante, comprendido, aceptado y querido. Así la oración que hagamos con el enfermo expresará bien lo que él paciente quiere decir a Dios en ese momento.
Por este motivo, nuestras oraciones tienen que ir enfocadas a las necesidades que tiene el paciente.
· Si el paciente está quejoso con Dios, habrá que ayudarle a expresar esas quejas a Dios.
· Si el paciente desea orar por él, por su enfermedad, familia, médicos, conviene que le ayudemos a presentar esas súplicas con una oración que corresponda dichas peticiones.
Para lograr estos objetivos es muy útil aprovechar expresiones que el mismo paciente ha comentado en la visita que hemos tenido con él. De esta manera el visitante consigue que su oración no sea otra que la oración del enfermo, y ayuda al enfermo a convertir su camino en un camino con Dios.
La oración no debe ser ni el comienzo del encuentro del visitante con el enfermo, ni el único motivo de ese encuentro, sino más bien la culminación de todo un proceso de conocimiento por parte del visitante tanto de la persona del enfermo como del momento que está viviendo en su enfermedad.
La oración con el enfermo ha de surgir de la necesidad y deseo del paciente. Es importante ante de orar escuchar al enfermo, conocer sus vivencias y estados de ánimo, conocer sus actitudes y reacciones: de queja, de angustia, de culpabilidad, de gozo, de gratitud...
Es necesario e importante que se establezca una relación de empatía entre el enfermo y el visitante de manera que el paciente se sienta cómodo con la presencia del visitante, comprendido, aceptado y querido. Así la oración que hagamos con el enfermo expresará bien lo que él paciente quiere decir a Dios en ese momento.
Por este motivo, nuestras oraciones tienen que ir enfocadas a las necesidades que tiene el paciente.
· Si el paciente está quejoso con Dios, habrá que ayudarle a expresar esas quejas a Dios.
· Si el paciente desea orar por él, por su enfermedad, familia, médicos, conviene que le ayudemos a presentar esas súplicas con una oración que corresponda dichas peticiones.
Para lograr estos objetivos es muy útil aprovechar expresiones que el mismo paciente ha comentado en la visita que hemos tenido con él. De esta manera el visitante consigue que su oración no sea otra que la oración del enfermo, y ayuda al enfermo a convertir su camino en un camino con Dios.
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