¿Cuántas veces nuestras vidas las encontramos sin un propósito espiritual?, ¿cuántas veces nos sentimos como las olas del mar, vamos y venimos sin realizar ningún cambio?, ¿cuántas veces esperamos a ver si ocurre algo en nuestra vida?
No necesitamos tener renombre de evangelista, ni tener a nuestro alcance un pulpito, o estar delante de una gran congregación, podemos dar las buenas nuevas de salvación a las personas con las cuales convivimos, con las cuales nos topamos en nuestro camino, en nuestro trabajo.
Hay una mujer que llevo el evangelio a una ciudad completa a pesar de sus defectos. La mujer samaritana de Juan 4:9 tenía muchos problemas, pero el que nosotros no seamos perfectos no es impedimento para que Dios nos use.
¿Por qué no te conviertes en un evangelista?, atrévete a llevar las buenas noticias a todos los que conoces de que Jesús es real, que murió por todos nosotros, que resucitó, y que quiere saciar nuestra sed de una vez y por todas.