18 febrero 2011

La serpiente y la paloma

Es maravilloso trabajar para el Señor en los Hospitales, es un trabajo que realmente tiene “paga” este Ministerio te da más que lo que tú puedas dar. Pero muchas veces nos encontramos con enfermos que el evangelio le provoca molestia, precisamente porque no pueden soportar que se dé a conocer un mundo distinto, donde reine el amor, la paz, la fe, la fraternidad y la solidaridad, el respeto a la vida y a la dignidad del hombre, porque todo esto es contrario a sus intereses.
Pero, la gran misión de los Capellanes es llevar consuelo y esperanza a los pacientes, empatizar con el sufrimiento, dar una palabra de esperanza a los desesperados. Decir que la vida vale la pena a pesar de las dificultades en la vida. Compartir el amor, la paz y la plenitud que Dios nos da, y restaurar la esperanza de los que pasan por tanto dolor.

¿Pero cómo podemos hacerlo?

Jesús al enviar a sus discípulos, les da consejos precisos sobre lo que han de hacer y decir, y les advierte de las dificultades que sufrirán, les dice; ser astutos como serpientes y sencillos como palomas.

Astuto para predicar el evangelio, para lograr artificiosamente el fin deseado. Astucia, implica que sabemos escuchar, que sabemos movernos con calma por otros caminos diferentes al evangelio, que no nos importa ver las cosas desde otro lugar, desde otra perspectiva. Supone que aunque la conversación no sea la que deseamos seguimos siendo capaces de ir hacia delante, hasta poder llegar al lugar que queremos.

Un paciente con el cual visite, me decía que no nos necesitaba por el momento, pero a lo mejor más tarde sí. Le pregunté qué tendría que pasar para que nos necesitara. Me contestó que tendría que enterarse de que se estaba muriendo o algo así. Eso me dio la oportunidad para preguntarle si pensaba que eso podría llegar a suceder. De repente, nuestro intercambio superficial de cortesías se transformó en una conversación sobre su temor a la muerte.

La sencillez que nos pide Jesús es una condición indispensable para que nuestro trabajo de frutos, para inspirar confianza y necesario a quienes tratamos de enseñarles los caminos del Señor. Es preciso ser sencillos, normales en nuestra conducta, de modo que nuestro comportamiento sea la manifestación natural y limpia de que amamos al Señor.

Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (Colosenses 3:14)

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