Uno de los símbolos navideños que más controversia trae sobre todo por estas fechas es el árbol de Navidad. Estas acusaciones se basan en que en muchas civilizaciones del pasado adoraban o incluían árboles en su tradición mitológica. En la antigua Babilonia, por ejemplo, se usaba un árbol como parte de una liturgia relacionada con el mito de la resurrección de Tammuz, dios pastor y de la fertilidad. Debido a esto, muchos, incluso cristianos opinan que el árbol de Navidad es pagano y que se debe considerar como una ofensa a Dios.
En realidad el razonamiento por el cual se llega a esta conclusión no es correcto, lo único que se prueba es que en ocasiones se utilizaba un árbol. En otras palabras no podemos decir que el árbol de navidad no es valido, porque este se utilizaba en una ceremonia pagana.
Lo que tenemos que entender es que ciertas costumbres, tradiciones o ceremonias, aunque sean parecidas o contengan el mismo propósito, no significan que sean semejantes a las que tenemos los cristianos.
Hay muchas ceremonias paganas en el mundo y en su historia, y en alguna de ellas se bebe vino y hasta sangre. La pregunta que me surge es ¿ensucia esto nuestra celebración de la Santa Cena? NO, como tampoco el uso de un árbol pagano, ensucia el árbol de navidad dentro de la tradición cristiana.
Un buen hermano me dijo cierto día, cuando celebramos algo que se atribuye al paganismo, y el cristianismo le atribuye otro simbolismo, la conexión con el paganismo queda anulada.
Hay otros que utilizan la Biblia para justificar el paganismo del árbol. Unos de los pasajes que usan es Jeremías 10.1-5 donde Dios condena la creación de ídolos permanentes hechos de los árboles del bosque, asociar como hacen muchos este pasaje con el árbol de la navidad es erróneo, ya que el profeta esta denunciando la necedad de los idólatras, los amuletos y otros intentos por obtener favores sobrenaturales. O sea que es fácil darse cuenta que este pasaje no tiene nada que ver con el árbol de navidad, ya que la tradición comenzó en Alemania en el siglo XVI.
Jeremías no está profetizando acerca del paganismo a 2000 años de distancia en el futuro, como algunos enseñan, sino denunciando la idolatría desenfrenada de su época. El profeta escribe a sus contemporáneos cautivos en Babilonia y los insta a mantenerse incontaminados del ambiente pagano que los rodeaba, y nunca con el propósito de asociarlo con el árbol de Navidad.
La creación del árbol de Navidad fue el resultado de la combinación de dos símbolos de matiz espiritual. El primero fue el árbol del paraíso, adornado con manzanas, que representaba el árbol de la Vida (Génesis. 2-9; 3-24). El segundo fue una repisa triangular decorada con motivos navideños, entre ellos la estrella que guió a los magos desde el oriente hasta Judea. De la combinación de estos símbolos, ambos de contenido espiritual, nació el árbol de Navidad. La tradición le adjudica a Martín Lutero la idea de agregarle luces, representando a Jesucristo, la luz del mundo. Como vemos, el origen del árbol de Navidad no tiene nada que ver con el paganismo ni con la idolatría.
Sin embargo, a pesar de lo ya expuesto, lo que pensamos así respetamos la opinión de aquellos que ven en el árbol de Navidad algo incompatible con la fe cristiana. Así mismo rogamos a estos hermanos a no juzgar a aquellos que incorporan el árbol a sus celebraciones.
Y si todo esto nos crea alguna dificultad es saber lo que es digno y lo que no es, existe un principio regulador que todo creyente ha de tener en cuenta.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10.31)