“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos” (1 Timoteo 2.9)
Yo personalmente pienso que se debe respetar la forma de vestir de cada persona porque el habito no hace al monje., Dios no mira tu ropa sino tu corazón tu comportamiento, tu conducta, seguro que todos conocemos hermanas que se creen muy espirituales porque usan vestidos largos y andan todas cubiertas pero sus corazones están lejos de Dios porque se fijan en cosas superficiales como la vestimenta y no se preocupan por cosas importantes como es el crecimiento espiritual de las hermanas.
No es contrario a las Escrituras que una mujer quiera ser atractiva. La belleza, sin embargo, empieza dentro de la persona. Un carácter gentil, modesto, amoroso da una luz al rostro que no puede ser duplicado ni por el mejor cosmético ni por la mejor joya del mundo. Un peinado cuidadoso y un exterior muy bien decorado es una apariencia artificial y fría a menos que esté presente la belleza interior.
Y si todo esto nos crea alguna dificultad es saber lo que es digno y lo que no es, existe un principio regulador que todo creyente ha de tener en cuenta, no solo al vestir, si a todo cuanto piense y haga en su caminar hacia la meta.
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