03 enero 2009

UN SUEÑO QUE SE HACE REALIDAD

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
(Juan 1.9)
Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1.12)
Muchos de los que esperaban esa luz pensaban que vendría de muchas maneras, algúnos como un campeón tras conquistar un titulo, otros que surgiría otro rey de la dinastía de David y otros que Dios intervendría directamente de manera sobrenatural. En contraste con todos estos había otros que creían en una vida de constante oración y de vigilante espera hasta que Dios interviniera.
Pasaba la vida esperando tranquila y pacientemente en Dios.
Así era Simeón; en oración, en adoración en humilde y fiel expectación esperaba el día en que Dios había de consolar a su pueblo. Dios le había prometido por medio del Espíritu Santo que no llegaría al final de su vida sin haber visto al ungido de Dios. En el niño Jesús reconoció al rey prometido y se sintió feliz, ahora estaba preparado para partir de esta vida en paz.
También estaba allí una profetisa que se llamaba Ana, esta mujer era también de los que esperaban en una vida de oración y de ayuno la llegada de esa luz verdadera, esta mujer aunque era viuda, y sabia lo que era el sufrimiento, no estaba amargada, era anciana pero no había perdido la esperanza. Los años había dejado a Ana sin amargura y con una esperanza inquebrantable, porque día tras día se mantenía en contacto con El.
Encuentros como estos transmiten paz y alegría a los corazones de hombre y mujeres que mantienen viva la esperanza de redención.
Simeón y Ana recibieron el gran regalo de Dios al mundo, CRISTO JESUS,
y la pregunta es
¿Le has recibido tú en tu corazón?

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