Los acontecimientos ocurridos en estos últimos tiempos nos
han llevado a vivir días aterradores. La pandemia del covi-19 nos ha hecho
enfrentarnos a desafíos tanto como sociedad como individuos. De estas
circunstancias se ha aprovechado una filosofía popular como garantía para hacer
frente a estos desafíos a causa de los problemas en este caso ante la pandemia.
“Adopte siempre el enfoque optimista, ten una buena actitud y ser feliz”. A
esta filosofía se le llama “El pensamiento positivo”.
Hay infinidad de libros de los llamados de auto-ayuda, tanto cristianos como seculares que atraen a
los diferentes lectores a la positividad y al optimismo de manera que, si
quieres conseguir algo, el requisito es que lo desees con fuerza y creas
firmemente que lo vas a conseguir. Así, atraes energía positiva.
Según lo que hoy enseñan los postulantes, de esta doctrina:
"si piensas en positivo puedes conseguir lo que te propongas, mientras que
si piensas negativamente no consigues nada." Del mismo modo las iglesias
de la "confesión positiva" enseñan que lo que se confiesa es lo que
ocurre, y aquellos que no "declaran “no lo conseguirás eso si por falta de
fe, usando a Dios como si fuera el genio de la lámpara. No hace falta imaginar
lo que ocurre cuando tras las confesiones positivas, las cosas no ocurren.
En esta época de falsas doctrinas desenfrenadas y de
teología diluida, el poder del pensamiento positivo se ha destacado como uno de
los errores más populares. Estas falsas doctrinas son siempre las mismas ideas humanas con diversos títulos que se
disfrazan como verdad, pero cuando comparamos el pensamiento positivo con las
Sagradas Escrituras vemos la impotencia del pensamiento positivo.
El pensamiento positivo dice que si profundizas lo suficiente
en ti mismo, encontrarás la fuerza para conquistar cualquier cosa. El evangelio
dice que cuando no te queden fuerzas, Dios te sostendrá. El pensamiento
positivo busca la bondad en la creación para resolver problemas inmediatos. El
evangelio busca al Creador para resolver problemas eternos. El pensamiento
positivo se sostiene en las luchas diarias, pero en los momentos más profundos
y oscuros ofrece muy poco. El evangelio, sin embargo, brilla más que nunca en
la oscuridad profunda.
Cuando el mundo está tan abrumado por la ansiedad, por el
cansancio y la desesperación, podemos sentirnos insensibles estar alegres y
esperanzados. Y si estamos alegres y esperanzados porque nuestras
circunstancias son mejores que las de nuestro vecino, podemos sentirnos
insensibles. Pero si tenemos esperanza porque tenemos una fe firme en un Dios
bueno y justo, eso no es solo un optimismo imaginario es un optimismo real y
contagioso.
No tenemos por qué elegir entre optimismo y pesimismo,
tenemos un realismo real y alegre. Podemos reconocer el dolor y, sin embargo,
esperar en Cristo. Podemos llorar con los que lloran y, sin embargo,
regocijarnos en Cristo. Podemos tener buen ánimo en medio de las pruebas,
sabiendo que nuestro Salvador ha vencido. Podemos lamentarnos y afligirnos por
la muerte y la enfermedad, pero poner una firme esperanza en una herencia
eterna mejor que cualquier cosa que tengamos en esta vida.
En cierto sentido, el evangelio es positividad, porque el
hecho "positivo" de la bondad de Dios supera infinitamente la "negatividad"
del mal en el mundo. Y conocer Su bondad infinita nos libera para reconocer
plenamente la maldad del mundo en lugar de fingir que no existe. Somos libres
de llorar y lamentar todo el dolor de este mundo, porque nuestra esperanza
descansa en Cristo, no en el optimismo que podamos reunir.
En esta época de falsas doctrinas desenfrenadas y de
teología diluida, el poder del pensamiento positivo se ha destacado como uno de
los errores más populares, pero cuando comparamos el pensamiento positivo con las
Sagradas Escrituras vemos la impotencia del pensamiento positivo.
No sé ustedes, pero yo prefiero buscar lo que es de Dios, como
Dios quiere, y no otra cosa: “Más buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6.33) Dios se encarga
de mis necesidades, cuando yo me ocupo de su Reino, que es el hacer su
voluntad.
Dios les continúe bendiciendo.
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