En estos días estuve pensando en lo afortunado que soy.
Podría haber nacido en plena guerra mundial, o en la edad media, o en alguna de
las muchas tribus en el Amazonas. Pero gracias a Dios, nací en España en el
siglo XX. Un país que tiene libertad de expresión y de religión. Puedo ir a la
iglesia con mí Biblia sin temor a una represión por parte de la policía, sin
tener que esconder lo que creo, puedo mostrar mi fe en las redes sociales y
todo esto sin censura.
Por eso me enfada consideradamente que a estas alturas y en
pleno siglo XXI nos quieran obligar a obedecer leyes contrarias a nuestras
creencias. Por supuesto que me refiero a la ley mordaza LGTBI presentada por
Podemos en el Congreso, y que ya cuenta con el apoyo del PSOE y Ciudadanos, y
que será una de las peores que se hayan
aprobado en el mundo en favor del adoctrinamiento nacional y en favorecer
la persecución ideológica de todo lo que
se oponga, y que contará con artículos que podrían censurar la Biblia, cerrar
locales, multar y hasta encarcelar sacerdotes y pastores.
La pregunta que nos hacemos muchos cristianos es la
siguiente: ¿Ante esta ley que vulnera los derechos de pensamiento de muchos
cristianos, que debemos hacer?, pues debemos reconocer que la Biblia nos enseña
que debemos someternos a las autoridades:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque
no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas. Porque es servidor de Dios
para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada,
pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”. (Romanos
13.1, 4)
Pero, ¿qué sucede
cuando el gobierno no se adhiere a la palabra de Dios? ¿Qué sucede cuando el
gobierno nos ordena pecar contra Dios?
Permitirme contarles una historia de la Biblia. Nos cuenta
como Faraón instruyó a Sifra y Puá, a matar niños recién nacidos y a
permitir que las niñas vivieran, Pero las parteras temieron a Dios, y no
hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los
niños. (Éxodo 1.17-21). Estas mujeres optaron por obedecer a Dios y, al hacerlo,
desobedecieron a Faraón, su comportamiento al desobedecer al gobernante no fue
pecaminoso. No podían seguir una instrucción que les hiciera pecar contra Dios. Debemos obedecer la ley, pero sólo hasta que
la ley nos pida que pequemos. Ahí es cuando tenemos que desobedecer al
gobierno. Debemos obedecer a Dios ante que a los hombres. (Hechos 5.28-29)
Por lo tanto, lo que las parteras hebreas hicieron, su
comportamiento, sus decisiones, fue lo
correcto de hacer, sin importar las consecuencias. Siempre debemos estar al
lado de Dios.
Cuando obedecemos y hacemos la voluntad de Dios, Él no nos
va a abandonar, si sigues leyendo la historia de estas dos mujeres veras como
Dios las recompenso por desobedecer la ley perversa y por hacer lo bíblico,
ético y piadoso, salvar las vidas de los niños.
Hay momentos en los que uno tiene que desobedecer a las
autoridades. No debemos permitir que los gobernantes nos obliguen a desobedecer
a Dios. Jesús y sus apóstoles
nunca desobedecieron a las autoridades por razones personales; cuando lo hicieron
fue por ser leales a Dios. Su desobediencia les costó caro, los amenazaron, los
golpearon, los pusieron en prisión, los torturaron y los ejecutaron por sus
convicciones. Como ellos, si nos vemos obligados a desobedecer, debemos estar
dispuestos a sufrir las consecuencias.
Cuando Pedro testifico ante el sumo sacerdote de que era necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres, Pedro nos estaba dando una lección de
fe. No se puede creer en Jesucristo, con todo lo que conlleva, y a su vez
llevar una vida o mantener un pensamiento incoherente con lo que se cree. No se
puede estar a la vez con Dios y con leyes contrarias a la palabra de Dios.
Lo que quiero decir con esto es que como cristianos se espera que
obedezcamos todas las leyes del país donde vivimos, excepto aquellas que vallan
en contra de la ley de Dios.
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