Hay un dicho muy conocido que dice: “De tal palo, tal
astilla”, esto quiere decir que un hijo demuestra ciertas características de su
padre, comenzando con la parte física y extendiéndose hasta el vocabulario y el
acento, y en muchas ocasiones, se cumple a la perfección. Muchas son las
estrellas del deporte, cine, de la televisión, la música o las finanzas que han
visto cómo sus hijos seguían sus pasos y comenzaban a abrirse camino en el
mismo campo que ellos.
Pedro y Juan estaban predicando al pueblo sobre la
resurrección de los muertos por medio de Jesús, (Hechos 4) cuando fueron requeridos por los sacerdotes a
explicar el milagro de un cojo que milagrosamente fue sanado de su cojera y pudo
caminar (Hechos 3). Pedro había invocado el nombre de Jesucristo sobre este
hombre y explicó que el no hizo nada sino que el poder para efectuar el milagro
vino de Jesús, quien había sido rechazado por los mismos sacerdotes. Ahora
Jesús había resucitado, y la evidencia
de su poder estaba a la vista. Declararon con certeza que, “Este Jesús es la
piedra que ustedes los constructores despreciaron, pero que se ha convertido en
la piedra principal” (Hechos 4.11).
La forma de hablar y la convicción con que hablaban condujeron
a los sacerdotes a admirarse de la valentía con que hablaban Pedro y Juan, y se
dieron cuenta de que eran hombres sin estudios ni cultura,… y les reconocían
que habían estado con Jesús (Hechos 4.13).
Algo en el comportamiento de Pedro y Juan hizo que los sacerdotes
vieran y creyeran que actuaban de la misma manera vista en Jesús. Durante más de tres años, Pedro y Juan estuvieron
cerca de Jesús, le escucharon, le observaron, y aprendieron de Él. Ahora su
forma de ser y hablar hace que otros piensen en Jesús quien había dejado su
marca en la vida de los suyos. Tomó a los dos pescadores y, les transformó en pescadores
de hombres, como les prometió. Por su forma de hablar y actuar, los sacerdotes
tuvieron que admitir que
Pedro y Juan eran buenos alumnos. Habían aprendido
bien de su Maestro. Nadie puede pasar tiempo con Jesús sin que Él deje su marca
en uno. En su invitación a los pecadores, Jesús dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros,
y aprended de mí” (Mateo 11.29).
Aprender de Jesús debe ser el afán de
todo seguidor del Él. No solamente es el Salvador que nos libera de la
condenación eterna, sino es también el Señor que quiere guiarnos en la vida
diaria.
Hagámonos esta pregunta, ¿podrán decir los que nos conocen que
hemos estado con Jesús?
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