Dependencia digital

El otro día fui a buscar a mi hija al instituto y hubo una cosa que me llamo mucho la atención, sin querer exagerar podría decir que de cada diez alumnos que salían, ocho salían con el teléfono móvil en acción, guaseando, llamando, ojeando, pero eso si interactuando con su móvil, y así podríamos enumerar muchas situaciones donde este “artilugio” se ha hecho amigo inseparable de todos nosotros.

El uso de los teléfonos móviles hoy en día tiene carácter de indispensable, y se han convertido en una necesidad para el trabajo, para emergencias, para socializar, para entretenerse y sobre todo para mantenernos en contacto con el mundo.

Pero esta necesidad nos has convertidos en dependientes del móvil, algo que no debería sorprendernos, pues he escuchado a personas genuinamente decir que van a empezar un ayuno de su teléfono móvil, Y creo que es muy válido, porque hay tan dependencia que no hay día, ni hora, ni situación que no tengamos a mano un teléfono móvil.

Dependencia,  apego, devoción, entrega, todo esto, es lo que los teléfonos móviles despiertan en todos nosotros, jóvenes y menos jóvenes. No tengo que destacar de las bondades de los móviles, de lo útil, de lo bueno y de las distintas funciones que pueden hacer, pues de eso, se encargan quienes lo venden. Pero si me gustaría llamar la atención  de como los móviles nos roban un tiempo que podemos dedicarlo a Dios,  ya sea para la lectura, para la oración o para la meditación, y esto sin mencionar el efecto negativo que puede tener en nuestras relaciones y en las familias. Por ejemplo, puedes estar en un restaurante y encontrar a tres personas en la misma mesa y cada uno estar absorto y poseído por sus móviles, o cuantas veces estamos en casa y cada miembro de la familia está encerrado en su propio mundo, con móvil en mano, interactuando con él.

Seamos cuidadosos en permitir dependencias que no son saludables. El apego, devoción y  entrega tiene que ser solo con nuestro Dios.