Habíamos regresado de la Iglesia, y estábamos a punto de comer, cuando mi esposa me comento, ¡mira es la misma mujer anciana que todos los días está mirando los contenedores de la basura haber si encuentra algo de comer!
Ser pobre significa que una persona no tiene lo que necesita para vivir o desarrollarse o que tiene muy poco, hay millones de seres humanos que viven en pobreza extrema y que mueren de hambre a consecuencia de una mala alimentación, buscar comida en los contenedores de la basura se está convirtiendo en una práctica cada vez más habitual. Su vida depende de encontrar o pedir cualquier cosa para comer.
Jesús dijo: " Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo 5:3).
Por supuesto, Jesús no estaba hablando de necesidades físicas, sino de pobreza espiritual. Nosotros como cristianos tenemos que reconocer nuestra pobreza espiritual.
Las palabras proceden de Jesús, no está diciendo, “Bienaventurados” son ¿los que comen todos los días? o ¿los que se regocijan mucho? o ¿los que se sienten ricos en logros espirituales?..... No, estaba diciendo “Bienaventurados, dichosos, felices los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos”. Ser pobre en espíritu es sentir nuestra incapacidad y necesidad porque hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios.
Ser pobres en espíritu significa no estar nunca satisfechos con los logros actuales en la vida cristiana, sino estar siempre extendiéndonos para alcanzar más y más de la gracia de Cristo. Aquel que es pobre en espíritu es uno que reconoce su dependencia de Dios, que tiene que tener comunión con El cada momento de su vida. Como en la vida natural tenemos que alimentarnos todos los días para poder sobrevivir, en la vida espiritual nos debe pasar lo mismo, no podemos dejar pasar ningún día sin alimentarnos. A través de la Biblia Dios habla al hombre, y a través de la oración el hombre habla a Dios.
Nosotros creceremos espiritualmente en la manera que nos propongamos, de nosotros depende si queremos pasar hambre y debilitarnos hasta llegar a la muerte, o como dice Jesús, Yo soy el pan de vida el que viene a mí, nunca tendrá hambre y el que en mi cree, no tendrá sed jamás.
¿Tienes tu hambre espiritual para ser como Jesucristo? ¿Tienes sed de una relación más intima con Cristo? El hambre y la sed por Cristo nos llevan a una verdadera felicidad.